Jorge Gómez Barata
Habilitado por constituciones y leyes, los gobiernos o bancos centrales pueden crear dinero, lo que no pueden es crear riquezas. La paradoja convierte en irracional el sistema monetario internacional regido por la Reserva Federal de los Estados Unidos y otra media docena de bancos centrales.
En magnificas historias los niños se familiarizan con el drama del avaro que en el desierto, sentado sobre un baúl de dinero clama por un sorbo de agua. La anécdota recuerda que el dinero sólo sirve cuando puede comprar algo que ha sido previamente producido y probar la tesis sostenida, entre otros por Carl Menger, economista liberal que, como Marx, atendió los factores subjetivos presentes en el comportamiento económico. “El dinero ─ afirmó ─ no es una cantidad que pueda generarse a partir de la nada, sino una cualidad que el mercado descubre en los bienes…”
Adam Smith, David Ricardo y Carlos Marx, liberales los primeros y comunista el segundo, aunque con matices y formulaciones personales coincidieron en que el valor no es un don natural de las cosas, sino es una cualidad que el trabajo o la fuerza de trabajo incorpora a las mercancías o los servicios, no de una vez y para siempre sino en las sucesivas fases del proceso producción, intercambio y consumo. En sentido estricto: “El valor de las mercancías se determina por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas”
Marx completa el razonamiento al esclarecer que el dinero no sólo no es la riqueza, sino que ni siquiera es el capital. El capital según su aceptado punto de vista es una relación social que tiene como eje a la producción e incluye: el dinero, la fuerza de trabajo, las materias primas, los medios de producción que interactuando a lo largo de un dilatado proceso llega hasta el usuario final. Todo ello en contextos sociales concretos, condicionados por realidades históricas.
Con dinero se adquiere fuerza de trabajo, materias primas y medios de producción para, en concordancia con las necesidades y las demandas, a su vez sesgadas por multitud de factores materiales y culturales, indican qué se debe producir. No es la cantidad de dinero lo que determina las necesidades, sino a la inversa. Los bienes existentes determinan la cantidad de dinero que necesita la sociedad para hacerlos circular. El problema radica en que ninguna sociedad, excepto la de consumo, produce cosas que no necesita y a precios que la gente no puede pagar.
La relación es arto compleja porque entre otras cosas, al incluir la fuerza de trabajo y su reproducción, implica a los obreros y sus familias con lo cual el proceso revela sus lados humanos, dejando de ser una relación entre cosas para convertirse en una compleja interacción entre personas sensibles y emotivas y las cosas.
Según todas las evidencias, sólo existen tres formas del dinero: dinero metálico, es decir oro o plata puros con un valor intrínseco real, dinero metálico constituidos por piezas las que las autoridades emisoras atribuyen un valor que lleva impreso y papel moneda de curso obligatorio con un respaldo inequívoco; en épocas anteriores por una determinada cantidad de oro y luego por ser una obligación contraída por los estados.
Los dólares creados por un cartel de bancos privados llamado Reserva Federal, que no están respaldados por ninguna cantidad de oro o plata ni son obligaciones del Estado norteamericano, son como un estado de ánimo. Esa levedad y ausencia total de garantías es lo que hace que un suceso no económico como el ataque a las Torres Gemelas, un comentario de alcoba de Alan Greenspan o un exabrupto de George W Bush, estremezca las bolsas y haga que enormes masas de dinero cambien de mano, incluso se esfumen. La humanidad no puede vivir eternamente bajo la incertidumbre de esa ruleta rusa ni la economía mundial puede ser eficiente.
Para los clásicos de la economía, la cantidad de dinero que la sociedad necesita se relaciona con sus necesidades, o lo que es lo mismo con el valor de las mercancías y los servicios necesarios para satisfacerlas, fenómeno que espontáneamente se asocia con las capacidades de la producción para crearlas. Cada vez que una mercancía es consumida es un valor que desaparece, sin que ocurra lo mismo con los billetes conque se pagó. Cuando se trata de carne o bananas no hay problemas porque ni en los peores ejemplos se trata de consumos irracionales, cosa que no ocurre con los misiles, las bombas y las guerras.
En esencia, mientras circule en cantidades asociadas a las necesidades reales y racionales, reflejo de los valores creados, no importa si el dinero es de metal o de papel. Los problemas comienzan cuando el sistema pierde racionalidad y para atender necesidades superfluas o absurdas, como por ejemplo el gasto militar, los excesos burocráticos, la publicidad y la represión, entre otros, emite exorbitantes cantidades de dinero creado de la nada y que es tan superfluo como las necesidades que intenta satisfacer.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario