martes, 26 de febrero de 2008

Ante la campaña de represión contra SUNTRACS y FRENADESO

CAMPAÑA REGIONAL CONTRA LA FLEXIBILIDAD LABORAL

COMUNICADO DE PRENSA

La falta de normas que garanticen real y eficazmente la seguridad en la construcción, ha convertido esta industria en una trampa de muerte para los obreros panameños. Esto es constatado en las estadísticas de mortalidad en dicho sector, que en los últimos cinco años ha cobrado la vida de 95 trabajadores.

Ante esta situación el Sindicato Único Nacional de Trabajadores de la Industria de la Construcción y Similares (SUNTRACS) viene desarrollando una legítima lucha porque se establezca un Reglamento de Seguridad en la Construcción, contra el alto costo de la vida y por un aumento general de salarios.

Estas genuinas exigencias de los trabajadores panameños gozan del respaldo de diversas organizaciones en todo el país, entre docentes, campesinos, indígenas, estudiantes, organizaciones comunitarias y defensores de los derechos humanos.

Tales reivindicaciones han encontrado por respuesta de parte de las autoridades del Gobierno de Panamá, una feroz represión de la protesta social signada por hechos de brutalidad policial suscitados el día martes 12 de febrero, que terminaron con la vida del dirigente obrero Al Iromi Smith de un disparo a quema ropa por la espalda por unidades policiales. Estos quedaron registrados en las imágenes de los despachos noticiosos que dieron la vuelta al mundo; siendo el tercero en ocho meses, junto a Osvaldo Lorenzo y Luiyi Argüelles.

De cara a estos hechos las 63 organizaciones centroamericanas que conformamos la Campaña Regional Contra la Flexibilidad Laboral, de la cual SUNTRACS y FRENADESO son parte, expresamos a la opinión pública nacional e internacional nuestra más profunda preocupación por el clima de inseguridad al que se viene sometiendo a la clase trabajadora panameña. Los hechos referidos anteriormente representan una violación a los derechos humanos y sindicales, lo que demanda la solidaridad y el acompañamiento de toda la comunidad internacional.

La Campaña Regional Contra la Flexibilidad Laboral mantendrá una actitud vigilante y de seguimiento, respaldando la solicitud de SUNTRACS ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que el gobierno panameño implemente inmediatas medidas cautelares al compañero Saúl Mendez y sus familiares, situación que amerita se extienda al resto del Comité Ejecutivo del SUNTRACS, dado el clima de arrestos ilegales, de criminalización y penalización de la protesta social y las labores sindicales, imperantes en Panamá.

Asimismo la Campaña manifiesta el total respaldo a las demandas contenidas en el Pliego de Peticiones de SUNTRACS y FRENADESO, presentado al gobierno de Panamá en agosto de 2007.

Por todo lo anterior, nuestra Campaña demanda lo siguiente:

Que se realicen investigaciones inmediatas, exhaustivas y eficaces sobre los asesinatos y violaciones a la integridad física de los dirigentes sindicales, que logren identificar a los responsables para aplicarles las sanciones penales correspondientes y que dichos actos no queden en la impunidad.

Que el Estado Panameño adopte y respete las medidas necesarias para proteger los derechos humanos y laborales y en especial a estos dirigentes sindicales en su labor de defensa de Derechos Humanos y los proteja de cualquier otro acto que pretenda atentar contra los mismos.

En la medida que el gobierno ignore las demandas de los trabajadores de la construcción, la Campaña adoptará todas las acciones pertinentes de solidaridad internacional, sin descartar el apoyo a SUNTRACS, para la presentación de una demanda ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra el Estado panameño.

Dado en la Ciudad de Panamá a los 26 días del mes de febrero de 2008.

lunes, 18 de febrero de 2008

La Libertad de Elegir de Milton Friedman ¿existe un sistema de libertades?

Ivan Claros|Asociación de Estudiantes de Economía Alternativa

Renunciar a la libertad es renunciar a la calidad del hombre,

a los derechos de la Humanidad, incluso a sus deberes.

No hay recompensa posible para aquel que renuncia a todo

Juan Jacobo Rousseau

Desde el surgimiento de la economía moderna hasta nuestros días, una disyuntiva central entorno a la cual a girado gran parte del debate teórico económico y la lucha ideológica y política, ha sido la relación antónima entre Estado y mercado.

Una postura muy reconocida y prestigiada a favor del mercado en los últimos 30 años ha sido la del economista Milton Friedman, quien posee una de las más importantes obras de la escuela neoclásica, donde se encuentran de manera clara los fundamentos teóricos de esta doctrina post modernista y post liberal.

El libro, titulado con el sugestivo nombre de “Libertad de Elegir”, es un ataque con toda alevosía hacia el socialismo y esboza la tesis básica de los liberales: que cuando se intenta regular el mercado, lo que se obtiene es un desastre. Por eso se intenta demostrar como una economía de libre mercado en contra posición a la intervención del Estado, es la mejor alternativa para la sociedad.

Para Friedman, la economía de libre mercado o libertad económica es parte del sistema de libertades, que esta compuesto además por las libertades políticas. Es mas “la libertad económica es un requisito fundamental de la libertad política”[1], lo cual tiene sentido en otro contexto, pero no bajo la lógica liberal. El argumento que subyace bajo este planteamiento es que se evite la concentración de poder, pero haciendo referencia únicamente al político, ya que “la libertad económica reduce el área sobre la que se ejerce el poder político”[2] o en su defecto compensa cualquier concentración de poder político. Lo se que omite intencionalmente es que la libertad económica también produce concentración de poder, que en este caso se da en las grandes empresas, es decir el mercado debe someter a la política y por tanto al Estado.

Esta es una cuestión que muestra el enredo en el que cae Friedman y que lo lleva a plantear algunas veces de manera inocente y otras de manera cínica la naturaleza del sistema que defiende y promueve. Tal es así que, para él, la combinación de poder económico y político en las mismas manos es una formula segura para llegar a la tiranía.

Pero, ¿como es capaz de lanzar tal aseveración? Únicamente ignorando concientemente la realidad objetiva. Al poseer poder económico, las empresas pasan a controlar el Estado y por tanto adquieren el control político, es decir concentran en una sola mano ambos poderes. ¿Acaso no era así hace 40 años?, ¿Acaso no es así en la actualidad?

Entonces lo que existe en realidad bajo el supuesto sistema de libertades, no es la libertad de elegir, sino una tiranía, la tiranía del mercado o mas específicamente la tiranía de las empresas transnacionales. Por tanto no es casualidad que el primer capitulo de su libro y sobre el que se basa este ensayo, sea el poder del mercado, porque se refiere al poder de quienes ya sabemos.

El Salvador es un buen ejemplo, de lo que es la tiranía del gran capital, esto incluso independientemente de los diferentes modelos implementados. La clase dominante ósea el poder económico, ya sea bajo la forma de oligarquía cafetalera o de capital financiero siempre ha tenido el control del aparato del Estado, esto ha provocado tiranía como bien dice Friedman. En los setenta y ochenta se presentaba con rostro de dictadura militar, en los tiempos actuales, luego de los acuerdos de paz, que no rompieron tal situación, se manifiesta como democracia burguesa, aunque se siga prodigando en el discurso de los apologistas del mercado, que vivimos en un sistema de libertades.

Por otra parte, como ya hubo el atrevimiento de negar la existencia de libertades en una economía de mercado, es necesario analizar detenidamente que implica entonces la libertad y que implicaría entonces la libertad económica y la libertad política.

En tal sentido nos referiremos a la libertad como la realización plena de la condición humana[3]. Tal condición supone aspectos económicos y espirituales.

En cuanto a lo económico o material, la libertad planteada por Friedman, tiene a su base la mano invisible de Adam Smith, es decir que la búsqueda de alcanzar intereses individuales o el egoísmo personal, redundara en beneficio para la sociedad. El autor plantea además que el hallazgo clave de Adam Smith consistió en afirmar que todo intercambio voluntario genera beneficios para las dos partes y que mientras la cooperación sea estrictamente voluntaria, ningún intercambio se llevara acabo, a menos que ambas partes obtengan con ello un beneficio.[4]

Según Friedman, el mecanismo que realiza esta tarea sin necesidad de “dirección central” es el sistema de precios, que permite a las personas cooperar pacíficamente en una fase de sus vidas, mientras que en las demás, cada uno se dedica a sus propios asuntos.[5] Que el precio, la forma aparencial del valor de las mercancías, sea lo que dirija el intercambio, es natural desde el punto de vista neoliberal, ya que con ello se oculta el carácter social de dicha categoría y mucho mas importante aun, se oculta el origen de la ganancia y la explotación capitalista, para imponer el individualismo.

El intercambio en estos últimos tiempos, sea ha sofisticado, tomando gran efervescencia a través los tratados de libre comercio, vendidos como la gran oportunidad de obtener desarrollo para los países, por cuanto la libre movilidad de mercancías y de los propios capitales genera mayores niveles de prosperidad para todos. Lo cierto es que aquí se halla una primera limitante para la libertad económica, ya que la dichosa libertad es únicamente para las cosas, pero no para la gente, llegando al extremo de levantar muros para que no halla movilidad de personas. Con ello, la libertad es discriminatoria, por tanto no es libertad.

Otro argumento esgrimido a favor de la libertad económica, es que la posibilidad de coordinación mediante la cooperación voluntaria se basa en la proposición elemental, aunque ha sido negada muchas veces, de que en una transacción económica ambas partes se benefician cuando ambas partes transan en forma voluntaria e informada.[6]

Para refutar lo anterior solo tenemos que recurrir a las relaciones sociales de producción, es decir, a las relaciones entre trabajador y el patrono. El trabajador que solo posee su fuerza de trabajo, esta obligado a venderla al capitalista para poder subsistir. Bajo esta circunstancia el patrono impone sus condiciones de acuerdo a sus intereses, resultando que al trabajador se le paga incluso por debajo del valor de su fuerza de trabajo, que se le somete a malas condiciones laborales y a mecanismos de sobre explotación como la flexibilidad laboral. En otras palabras, en esta transacción económica, solo una de las partes – la poderosa económicamente – es la que sale beneficiada.

En este punto, de las relaciones de producción, es que el trabajo se vuelve deshumanizante, ya que el control total de los procesos productivos en el consumo de la fuerza de trabajo, por parte de la burguesía, perdiendo así la capacidad realizadora que lo caracteriza, transformándose en trabajo alienado. Por tanto, si es un trabajo que no contribuye a la realización de la condición humana, sino que por el contrario deshumaniza, es un trabajo que no es libre.

En el plano de la elección de lo que se desea consumir, la libertad también es solo apariencia. Solo se puede elegir si se posee el dinero necesario para comprar, por tanto aquellos que no lo tienen no son sujetos de libertad y aquellos que si lo tienen, poseen mas libertad de elegir en cuanto mas ostentan. Este seria la situación del quintil de mayores ingresos en el país, por el contrario, los de menores ingresos, o incluso los que viven en extrema pobreza como la gente del municipio de Torola en Morazán no son personas libres, es mas, el gobierno debe darles en concepto de subsidio para que puedan consumir, denotando así que el sistema de libertades que pregonan tanto los apologistas del mercado no es para todos.

Si de libre competencia se refiere, esta tampoco existe, por lo menos en lo que respecta a la gran empresa. Para competir se requiere de capacidad económica y capacidad técnica o de producción, que repercuta en la productividad, pero esta se encuentra limitada a un pequeño porcentaje de empresas, lo que imposibilita -además de otras trabas de tipo políticas- que otras entren a competir. Sumado a esto, se encuentra la tendencia natural de las empresas a coludir por el reparto de los mercados y el establecimiento de los precios. De lo anterior, en el país fácilmente se hallan ejemplos como la telefonía, la banca, la distribución de gasolina, etc.

Por cuanto se pueda decir que lo que ocurre, es que en el país no hay libertad tal cual la presenta Friedman, se debe entonces mencionar que la economía de El Salvador es catalogada como la segunda economía mas libre de América Latina y la décimo octava de una lista de 141 países según el Instituto Cato de Estados Unidos y el Instituto Fraser de Canadá.[7] Además El Salvador tiene un tamaño de gobierno favorable para esta evaluación ya que en este indicador obtuvo 9.3 puntos, lo que indica que la intervención estatal es mínima. Si esto no es libre mercado, entonces ¿Qué es?

En lo que respecta a la libertad política, tomando las ideas del mismo Friedman, pero bajo un concepto de libertad ético y social, si no hay libertad económica, tampoco hay libertad política. Y es que la libertad para este autor no tiene un sentido de conciencia, sino la libertad para ser competitivo y ésta última sería no sólo la base de la economía, sino la de la sociedad misma.[8]

Existen varios ángulos para analizar la seudo libertad política que genera el capitalismo y el neoliberalismo. Uno de estos ángulos básicos es la relación entre mercado y democracia.

Para autores como Atilio Borón[9] el neoliberalismo es incompatible con la democracia. Plantea que el mercado es una institución social y económica que tiene una lógica profunda e insanablemente antidemocrática. Es un espacio en el que se compran y venden mercancías. La democracia, por el contrario, es un sistema que le confiere a la ciudadanía un conjunto de derechos importantes en materia de salud, educación, seguridad social, recreación, que deben ser de acceso universal. Es decir, “des-mercantilizados.” Mercado y democracia se mueven según lógicas completamente contradictorias. Cuando hay más mercado, hay menos democracia. Más mercado implica, por ejemplo, privatizar todo el sistema educativo y eso significa que menos gente va a acceder a los distintos niveles de formación. Más mercado es convertir, como ha ocurrido en nuestros países, a la salud en mercancía. En la medida que se avanza en la mercantilización, la democracia va vaciándose de todo contenido.[10]

También en este ámbito se nos presenta la libertad de elegir a nuestros gobernantes, solo que como ya se dijo antes, esto se hace dentro del juego del sistema político burgués, donde el poder económico inclina la balanza a su favor, ya que son dueños de los medios de comunicación, gastan gran cantidad de recursos en sus campañas, contratan agitadores, regalan baratijas y hasta compran votos y voluntades. Con lo cual, la libertad es aprisionada y a la gente se le conduce a votar, no por el candidato que responde a sus intereses, - si acaso hay alguno - sino por el candidato de sus opresores. Esta situación se repite constantemente en El Salvador, donde se llega al caso de presidentes con una gran popularidad pero que son impopulares.

Dentro de la lógica burguesa, la democracia es un ritual donde se convoca al pueblo simplemente a participar en unos comicios donde su resultado no tiene ninguna importancia, porque de todas maneras van a gobernar la burguesía y sus aliados, nacionales e internacionales, a través de su control sobre los dispositivos de formación de la opinión pública y sus mecanismos de coerción e imposición. En este sentido, son democracias sin ciudadanos, porque el ciudadano es sujeto de derechos imprescriptibles.[11]

Aunque existen - como bien se dijo antes - muchos ángulos desde donde ver la libertad política, como el libre pensamiento, la libre expresión, etc. Uno en particular nos interesa, que es de reciente data y que guarda una enorme vinculación con lo económico.

Nos referimos a la forma en que se aplican todas las medidas que demanda el neoliberalismo. Como todas estas son impopulares, existe necesidad de utilizar mecanismo alternos para su implementación. Según Naomi Klein[12], Friedman fue uno de los primeros que comprendió esto, por eso fue atraído a la “doctrina del choque.”

Esta doctrina aconseja a los políticos aplicar de inmediato después de una crisis todas las medidas dolorosas o difíciles, antes que la gente pueda recuperarse, a lo cual llamo “tratamiento de choque económico” [13] , entonces ¿de que libertad estamos hablando? Si de lo que se trata es de manipular las mentes y los sentimientos de las personas para alcanzar objetivos económicos y políticos, entonces no estamos hablando de libertad.

Y es que, si el neoliberalismo genera condiciones de polarización, de exclusión y tensión social que son absolutamente incompatibles con el funcionamiento de un modelo democrático, por lo cual no son raras las protestas y las dificultades que ha habido en toda América Latina en los últimos tiempos, no es raro que desde los adoradores del mercado como Friedman, se den este tipo de iniciativas antidemocráticas.[14] Ya que esta doctrina solo se puede llevar a cabo a costa de debilitar la democracia, de desfigurarla por completo como ocurre hoy en América Latina.

Por ello, es que si democracia y mercado son antagónicos, las libertades políticas también lo son con las libertades económicas y por tanto el fabuloso sistema de libertades esbozado por Friedman y alabado por los neoliberales, no deja de ser una caricatura mas con la cual se pretende continuar enajenando las conciencias.

Una economía de libre mercado, no deja de ser una forma particular que reviste el capitalismo. La cuestión central no se encuentra en resolver la dislexia entre mercado y Estado, sino en como se transforman las relaciones sociales de producción capitalistas y como se acaba con el fetichismo de la mercancía, así mismo, como se avanza en la participación política de mujeres y hombres libres, realizados y convertidos en sujetos de su destino. Esa si es la mejor opción para la sociedad.



[1] Friedman Milton, Libertad de Elegir, Ediciones Orbis 1983, Pág. 17

[2] Ibíd.

[3] Montoya Aquiles, Para ser humanos necesitamos ser libres.

[4] Friedman Milton, Libertad de Elegir, Ediciones Orbis 1983, Pág. 16

[5] Beyer Harald, Selección de escritos económicos y políticos de Milton Friedman, Centro de Asuntos Públicos, Chile.

[6] Ibíd.

[7] La Prensa Grafica, 9 de junio de 2007.

[8] García Moisés, Enrique. ¿Libertad de Elegir? Hacia un Nuevo Liberalismo Económico

[9] Atilio Borón es el investigador principal del CONICET y Profesor titular de Teoría Política Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

[10] Fernando Arellano Ortiz, CRONICON, “Atilio Boron plantea alternativa al neoliberalismo” 07/09/2007

[11] Ibíd.

[12] Naomi Klein es periodista y autora del libro: The Shock Doctrine: The Rise of Disaster Capitalism" (La doctrina del choque: El auge del capitalismo del desastre)

[13] Goodman Amy, Democracy Now. La Doctrina del Choque de Naomi Klein,

[14] Fernando Arellano Ortiz, CRONICON, “Atilio Boron plantea alternativa al neoliberalismo” 07/09/2007

miércoles, 13 de febrero de 2008

La crisis sistémica como oportunidad

Wim Dierckxsens|colaborador de ASEAL

Las declaraciones no dan campo a la duda. Fines de enero de 2008, en el Foro Económico Mundial de Davos (un pueblo en los Alpes de Suiza, donde se reúnen los más ricos del mundo), George Soros, un temido especulador internacional, aseguró que nos encontramos al final de la Era del Dólar, precisando que una ruptura sistémica pudiera estar cerca (Sean O’Grady, “Soros warns ‘systemic failure’ may be upon us”, enero 24 de 2008, www.deepjournal.com).


Asimismo, y de acuerdo con la conservadora y prestigiosa revista The Economist (26 de enero de 2008:11), estamos ante una recesión mundial. Las cifras lo confirman: sólo en las tres primeras semanas de 2008, el mercado bursátil perdió más de cinco billones de dólares en el mundo, cifra equivalente al 40 por ciento del PIB de Estados Unidos.
La economía neoliberal está creando el mayor desequilibrio de todos los tiempos, de alcance universal.


Estas cifras y crisis asustan e incluso espantarán mucho y también a muchos, pero ante los ojos de los sectores alternativos deben asumirse, además, como una oportunidad para el cambio: la inseguridad internacional crecerá hasta generalizarse, y el cuestionamiento al neoliberalismo será cada vez más abierto y masivo, hasta hacerse global. Frente a la crisis, no corresponde remendar el sistema; hay que reivindicar una conversión o transición hacia otra economía, en función de la vida de las mayorías y de la propia naturaleza.


Del Norte al Sur


Mientras amenaza una recesión en Occidente y sobre todo en Estados Unidos, repunta el crecimiento económico en los países emergentes. Ello pone de manifiesto que la vitalidad de la economía productiva se traslada hacia el Sur, en tanto que el estancamiento y el agotamiento de la economía productiva se revelan más que todo en el Norte. Ahí y sobre todo en Estados Unidos se vive desde hace décadas, a crédito, de la renta productiva del Sur. En el Foro Económico Mundial en Davos de enero de 2008, Cheng Siwei, vicepresidente del Comité Central del Partido Comunista de la República Popular China, puso en cierta forma el dedo en la llaga al afirmar: “Los asiáticos ahorramos hoy para gastar mañana, pero los americanos gastan hoy lo de mañana”.


El problema de Estados Unidos es que consume a crédito, financiado por el resto de los países. El total de la actual deuda norteamericana es mayor que la de todos los países del mundo juntos. Sólo a China le debe 1,4 billones de dólares. Son créditos que, en la más optimista de las proyecciones, serán pagados. Pero que en otro escenario más factible, una vez los acreedores pierdan la confianza y exijan el pago inmediato de sus acreencias, propiciarán una catástrofe: la caída libre del billete verde. No se sabe cuándo se producirá la pérdida generalizada del dólar; pero sabemos que tendrá lugar dentro de no mucho tiempo.

Como el dólar tiene las funciones de reserva internacional, además de ser respaldo para la mayoría de las monedas, pero, además, como esa moneda hace de medio internacional de pago, su caída libre significaría el fin del patrón dólar, conllevando una mundialización de la crisis. Ninguna moneda estaría a salvo. No es casual que el oro –cuya cotización en el solo año 2007 aumentó un 32 por ciento– vuelva a su papel de valor refugio. Desde 2002, su valor se ha quintuplicado, con tendencia a mil dólares la onza.


Los signos en esa dirección no dejan de aparecer. Los bancos centrales en el mundo entero hacen lo posible para evitar la caída libre del dólar. Desde agosto de 2007, los bancos centrales norteamericano, europeo, británico, suizo y japonés han inyectado a la economía centenares de miles de millones de dólares, sin conseguir restablecer la confianza. Desde la crisis inmobiliaria, los países del Sur han inyectado más de 69 mil millones de dólares para salvar los bancos del Norte (The Economist, 19 de enero de 2008:11).


Algunos de los principales establecimientos financieros –Citigroup y Merrill Lynch en Estados Unidos, Northern Rock en el Reino Unido, Swiss Re y UBS en Suiza, la Société Générale en Francia, etcétera– han acabado por reconocer pérdidas colosales y prevén depreciaciones suplementarias. Para limitar la brutal caída y hasta la bancarrota, varios de ellos han tenido que aceptar capitales provenientes de fondos soberanos controlados por potencias del Sur (China, Corea del Sur, Singapur, Taiwan) y petromonarquías (Ramonet Ignacio, Le Monde Diplomatique febrero de 2008). Así, Singapur, Kuwait y Corea del Sur inyectaron a mediados de enero de 2008 un total de 21 mil millones de dólares para salvar al Citigroup y Merrill Lynch.


Sin embargo, como los Estados Unidos persistirán en los próximos años con la solicitud de nuevos créditos para cubrir su déficit fiscal y en la balanza comercial, en esta ocasión por el orden de un trillón de dólares al año, la confianza en el billete verde será cada vez menor. Esta crisis marca, en términos de Ramonet (febrero de 2008), el fin de un modelo: el de 60 años de supremacía del dólar y de una economía basada en el consumo estadounidense. Su salida se halla en la capacidad de las economías asiáticas de relevar al motor norteamericano. En este sentido, la crisis constituye también oportunidad para el Sur. La manifestación del declive de la supremacía de Occidente presagia el desplazamiento próximo del centro de la economía-mundo de Estados Unidos a China o, más en general, del Norte hacia el Sur.


¿Cómo se manifiesta la crisis de hoy? Primero se derrumbó el mercado inmobiliario en Estados Unidos. Debido a una política crediticia irresponsable, más de tres millones de hogares norteamericanos
endeudados en unos 300 mil millones de dólares han tenido problemas para cubrir las obligaciones mensuales de sus hipotecas. El crédito se hizo más difícil y la demanda de casas bajó. Entre 2005 y 2007, la venta de viviendas nuevas en Estados Unidos se redujo en un 40 por ciento. A partir de la crisis hipotecaria, los propios bancos norteamericanos entraron en problemas. Citigroup, el mayor banco de Estados Unidos, reporta pérdidas por casi 10 mil millones de dólares en el sector hipotecario. Merril Lynch, gran banco de inversiones, reporta una pérdida de casi ocho mil millones de dólares. El Banco de América informa que prácticamente todas sus ganancias se esfumaron en el cuarto trimestre de 2007.

La crisis financiera también afectó a Europa. Bancos como Northern Rock en el Reino Unido, Swiss Re y UBS en Suiza, la Société Générale en Francia, etcétera, han tenido pérdidas colosales y prevén depreciaciones suplementarias. Ante la inseguridad, los consumidores se ponen nerviosos y retienen el dinero. Con ello disminuyen las ventas, afectando las ganancias de las empresas transnacionales. Con la baja –a menudo brusca– de las ganancias, el mercado bursátil en el mundo entero entra en crisis. En las tres primeras semanas de enero de 2008 se esfumaron más de cinco billones de dólares.

Las crisis especulativas son propias del neoliberalismo y se dan en el mundo entero. Las mismas se alternaron en la última década. La más reciente fue la hipotecaria. Cuando se presentó la crisis bursátil de 2000-2001, la Reserva Federal de Estados Unidos bajó las tasas de interés. Entre abril de 2000 y el 10 de septiembre de 2001 (o sea, un día antes de la caída de las Torres Gemelas), la caída media bursátil en el mundo fue del 32 por ciento, con un máximo del 73 en Japón y 65 en el sector de la Nueva Tecnología en Estados Unidos (Nasdaq). A partir de allí, entre 2001 y 2003, la tasa de interés en Estados Unidos bajó del 6 al 1 por ciento.


Al bajar las tasas de interés se presentó una mayor demanda de viviendas, superando la oferta. Los precios de los inmuebles se alzaron sin cesar. Por ello, el mercado inmobiliario se tornó en alternativa de especulación. Al crecer los precios de los inmuebles, hay mayor demanda de hipotecas, las cuales pueden ser empleadas para comprar una mejor casa, pero también para fomentar el consumo, que para 2007 representaba en Estados Unidos, como resultado de esta dinámica, el 72 por ciento del PIB, al tiempo que en el 2000 sólo era del 67 (Juan Francisco Martín Seco, “Davos se retracta”, Rebelión, febrero 3 de 2008).
Las hipotecas se otorgaban incluso a gente con escasa o ninguna capacidad de pago (los llamados ‘subprime’). El ‘boom’ hipotecario significó un aumento en la circulación de dinero frente a una productiva economía agónica.


De ahí que, con el aumento del consumo, no se haya fomentado la producción en Estados Unidos, creciendo, en su defecto, las importaciones, y con éstas la deuda externa. En un comienzo, al importar productos más baratos (provenientes sobre todo de China), la inflación no se hizo sentir. Pero transcurridos unos pocos años, se dio el efecto inflacionario. Para impedirlo y frenar una mayor inyección de dinero a la economía gringa, la Reserva Federal aumentó de nuevo las tasas de interés. En poco tiempo, tal tasa de interés creció del 1 al 5,25 por ciento. El efecto para la gente menos solvente (‘subprime’) fue de bomba: se hizo evidente la imposibilidad de cumplir con sus obligaciones mensuales.


La reacción bancaria llegó de inmediato: millones fueron desalojados de sus casas. Cuando los bancos se percataron de que más del 30 por ciento de los préstamos estaban ‘subprime’, también las propias instituciones financieras entraron en problemas. Muchas de las hipotecas dudosas fueron fraccionadas y combinadas con otros productos financieros para ‘asegurarlos’. Estos nuevos productos financieros fueron revendidos como seguros a otros bancos en el mundo entero. En esta forma, la crisis bancaria se globaliza, estallando en cualquier parte del orbe y afectando incluso a los más grandes del mundo.


El miedo cundió. Los bancos desconfiaban y no se prestaban entre sí. Nadie confiaba en nadie. Para evitar que los bancos y el sistema financiero internacional colapsaran, los bancos centrales de las principales potencias, como prestamistas de última instancia, desde agosto de 2007 han inyectado miles y miles de millones de dólares al sistema financiero. A la vez, la Reserva Federal bajó nuevamente las tasas de interés y se dieron millonarias facilidades fiscales para ayudar a los capitales más grandes.


Pero aquellas maniobras, en vez de atacar la causa del problema, actúan como aceite sobre el incendio. Si tratan de revertir la recesión reanimando el mercado al bajar las tasas de interés, alentarán la inflación y la caída del dólar, lo que terminará por traer más recesión. Si en cambio buscan frenar la inflación enfriando la economía, al alzar las tasas de interés pueden profundizar la recesión: un callejón sin salida. El primer camino que actualmente se recorre significa posponer el colapso que se dará de todos modos y de manera más impactante. Es imposible saber cuántos cientos de miles de millones de euros y dólares han puesto las autoridades monetarias al servicio de los grandes especuladores del mundo para que sigan jugando a su ruleta especulativa. En todo caso, han sido tantos que ya es imposible que puedan disimular lo que significa liberalismo: intervención para proteger a los más fuertes, y desregulación para los débiles (Juan Torres López, “Los liberales se ponen en marcha: intervención masiva en los mercados”, Rebelión, enero 26 de 2008).


La crisis inmobiliaria no sólo significó una reducción en la actividad constructiva –que se traduce en desempleo– sino además la reducción de las posibilidades de crédito para la población en general, lo que multiplica su incapacidad de pago. Debido a la cada vez más grave crisis inmobiliaria, así como a la desaceleración del empleo, para la segunda mitad de 2007 el crecimiento de las rentas totales reales de los hogares, que habían aumentado a una tasa anual aproximada del 4,4 por ciento entre 2005 y 2006, ahora se sitúan casi en cero. En otras palabras, si se suma el ingreso real disponible de los hogares, los préstamos obtenidos por la refinanciación de las hipotecas, los préstamos al consumo y sus rentas de capital, el resultado es que el dinero del que pueden disponer los hogares, para gastar, ha dejado de crecer. Mucho antes que la crisis financiera estallara en verano, la expansión había dado ya sus últimos pasos.


El resultado inmediato de todo este proceso es uno solo: baja la confianza del consumidor. La gente, en vez de gastar a crédito, comienza a cuidar y atesorar su dinero. Así, disminuye el consumo y, por lógica, también las ventas. Los ingresos de las empresas, y con ello sus ganancias, se van a pique. El mercado bursátil entra en crisis en todo el mundo. Así lo confirma la mayoría de las bolsas de valores en todo el mundo, las cuales estaban, a tres semanas de 2008, a más del 20 por ciento de sus máximos históricos de octubre de 2007 (The Economist, enero 26 de 2008:11).


No hay futuro en el Norte


Ante esta avalancha, aflora una pregunta por doquier: ¿Se afectarían China y la India a partir de una fuerte recesión en Occidente? Para dar una respuesta, hay que mirar algunos indicadores: para el año 2002, las exportaciones asiáticas representaban el 44 por ciento de su PIB, y en 2005 ya eran el 55. Aunque el comercio intra-asiático ha crecido ostensiblemente, el 60 por ciento de sus exportaciones se dirige al mercado de los Estados Unidos, la UE y Japón. Con este grado de dependencia de las exportaciones a ‘Occidente’, será difícil que las economías asiáticas salgan ilesas de esta debacle. Otro tanto vale para las economías latinoamericanas, que, además de su vulnerabilidad, giran en la órbita de los Estados Unidos
(Amylkar D. Acosta Medina, “China will crash and burn along with the rest of us”, en Rebelión, enero 24 de 2008).


La actual crisis financiera internacional y la recesión mundial que amenaza a partir de ella ponen de manifiesto, sin embargo, que la vitalidad de la economía productiva se traslada, y así continuará sucediendo inevitablemente, hacia el Sur. La crisis internacional obligará a China y los países del Sur en general a una menor dependencia del mercado externo, es decir, obliga a un mayor desarrollo autocentrado. Con esta desconexión de la política de globalización, el Sur tendrá más posibilidades de reponerse de la crisis, al poder enfocar sus inversiones al sector productivo, en función de su propio desarrollo. Para el capital productivo ya no hay mayor fututo en el Norte. La sustitución cada vez más acelerada de la tecnología ha elevado los costos de innovación a tales niveles que no puede ser compensado por la reducción en el costo de mano de obra al introducir esa tecnología.


Pero este cambio no se dará sin una crisis política y de hegemonía profunda que muy seguramente implicará incluso conflictos internacionales. La democracia de Occidente está en peligro porque, como hemos visto en otros momentos de la historia lejana y reciente, la vía autoritaria y la guerra resultan ser la solución última para una “minoría de elegidos”. De ahí que una nueva amenaza de guerra en Oriente Medio se hace cada vez más concreta al agotarse las modalidades económicas de dominación. La amenaza de una ampliación de la guerra en esa área tiene más que ver más con China y Rusia que con el propio Irán.


La crisis, y con ella los ajustes, se acelera. “Estamos llegando a una fase de capitalismo autoritario”, afirma Robert Reich, ex asesor del presidente Clinton (Het superkapitalisme, 2007). El 17 de octubre de 2007, Bush, haciendo referencia a Irán, advirtió sobre una posible Tercera Guerra Mundial. John McCain, precandidato republicano de Estados Unidos, afirmó el pasado 29 de enero, en medio de su campaña electoral, que habrá más guerras. Recientemente, en el ambiente de una nueva guerra fría (enero pasado), tanto Estados Unidos como Rusia anunciaron la posibilidad del uso preventivo de un ataque nuclear. Este 4 de febrero, la Casa Blanca le pidió al Congreso que apruebe un presupuesto para el Departamento de Defensa por un monto de 515 miles de millones de dólares, lo cual significaría, tomando en cuenta la inflación, el presupuesto más elevado desde la Segunda Guerra Mundial. Las fuerzas marinas y de aviación rusas están en diferentes océanos, mostrando la seriedad de sus advertencias. En abril de 2008 habrá en Bucarest una reunión de la OTAN para analizar al tema de un posible ataque nuclear preventivo contra Irán.


Como vemos, es creciente el ascenso a los extremos. Las fichas se mueven. Estados Unidos, sin embargo, carece de la economía necesaria para una guerra de escala mundial. Para su realización, dependería de enormes créditos del exterior, e irónicamente de sus propios enemigos. En semejante coyuntura, puede darse la decisión internacional de dejar de prestarle a Estados Unidos, lo que significaría prácticamente la caída libre del dólar. La amenaza misma procura a la vez evitar tal medida. La concreción de la amenaza de una conflagración atómica internacional no se puede descartar, pero una ampliación tal de la guerra conduciría a la autodestrucción, no sólo en términos militares sino también en el plano económico. Lo anterior no hace imposible la guerra pero la hace menos probable, y en todo caso señala de antemano al gran perdedor: Estados Unidos.


En términos de Polanyi (La Gran Transición), a partir de una gran crisis económica y una guerra de alcance mundial en los años cuarenta del siglo pasado nació la conciencia de que la economía ha de enmarcarse en un complejo de otras relaciones sociales, que se basan en principios de solidaridad, democracia, justicia social y sostenibilidad ecológica.
Cada crisis es una oportunidad, y uno u otro la explotarán. La cuestión es la siguiente: ¿Será esta confusión un pretexto suficiente para que el capital llegue a las últimas consecuencias y pretenda salvarse? O bien, ¿será este último fracaso de los mercados no reglamentados el catalizador necesario para reivindicar en el mundo entero otra civilización?


La humanidad no solamente se halla ante una crisis sistémica. La crisis sistémica genera tal inseguridad en la escala global, que brinda la oportunidad para buscar la solución, además de que las presiones sociales forzarán en esta dirección. Así sucedió en tiempos de la crisis internacional de los años treinta, cuando la catástrofe se veía por todo lado: en medio del caos se multiplicó la lucha social por un cambio sistémico. Intelectuales como John Maynor Keynes plantearon entonces propuestas a la crisis, que hubieran podido acabar con la racionalidad misma, como la economía de ‘démurrage’. De nuevo se nos presenta ahora una oportunidad histórica para cambiar la propia racionalidad económica existente.


Con la introducción de una tasa de interés mundial cero es posible concebir una tasa de crecimiento cero. Tanto el interés positivo como el negativo representan un precio por el uso de dinero. La real diferencia es que en el primer caso acrecienta el dinero de quienes ya lo poseen, mientras en el segundo se les cobra a los poseedores por su uso. Tener fortuna deviene una condición gravosa y desincentiva la acumulación. La seguridad, en un sistema basado en intereses positivos, se fundamenta en la tenencia de dinero. En cambio, en un sistema de intereses negativos, la seguridad consiste en llegar a ser parte de una red de relaciones sociales. En otras palabras, el acento se pone en las relaciones humanas y no en la posesión de cosas. Fomenta el compartir, la reciprocidad y la circulación de bienestar.


Un generalizado interés negativo tiende a fomentar el consumo duradero. Si tenemos que escoger entre un producto con un valor de 20 que tiene una vida media útil de un año, o un producto que cumpla la misma función con un valor de 40 pero una vida media útil dos veces mayor, en una economía con intereses positivos se escogerá el primer producto, ya que se tiende a invertir el monto restante –de un valor 20– para obtener más dinero. En una economía de ‘demurrage’, que Keynes planteó como opción, se preferirá comprar el producto más duradero. Si la media de los productos se quintuplica, la rotación del capital baja un quinto y el dinero desembolsado para una inversión productiva madura con una quinta velocidad. En términos monetarios, la economía tiende a decrecer, aunque en términos de bienes duraderos trae mayor bienestar. El resultado sería un crecimiento negativo en términos monetarios, con un bienestar mayor. No existe posibilidad de ganancia en la economía de ‘démurrage’. Sería, en otras palabras, el fin del capitalismo.